Me confieso culpable, no me retrasé, desaparecí. No se me tragó la tierra, desaparecí. A la velocidad de tus dedos sobre el herido piano, a tiempo para todo y a gusto de nadie, desaparecí. Sin dar explicaciones, sin pedir prestado un minuto, con ganas, con tantas ganas que el alma que habita mi cuerpo casi explota.
El viento, el viento, el viento, las hojas, señales que no detienen la vida, que se doblan, que mis ganas parten, pies que todo lo evitan, avanzan, corren, derrapan con hambre hasta el mar.
Pero aquí no hay mar. No hay, no existe, no llega, no ruge, no moja, no inunda, no rompe, no lame, no ahoga y sin embargo me cuesta respirar.
queridos 81, ya estoy de vuelta.